De acuerdo con el fondo, que no con las formas desde que se decidió desmontar el campamento después de las elecciones del 22 de mayo pasado, el movimiento necesita un giro, una reinvención. El empecinamiento de unos cuantos ha provocado la retirada del apoyo, el desinterés e incluso la decepción de la clase media, valedora de la existencia del fenómeno en las primeras fechas. La autocrítica debe insistir en la búsqueda de alternativas al olvido inminente que se está produciendo del movimiento. Dos reflexiones, Gandhi tardó más de 40 años en lograr la independencia de La India estando ocupada por una potencia extranjera, bajo los ideales de la no violencia, y una segunda, el ser humano necesita líderes victoriosos a los que seguir, en los que reflejarse y parapetarse, la impersonalidad del movimiento en su inicio, debe dar paso a la elección de entre los iguales de aquellos que se erigirán primero en líderes y quizás luego en pseudo-mártires. El camino hacia el éxito pasa por estos y otros muchos pasos, que deberán darse, sin prisa pero sin pausa, porque el enemigo es casi invencible, el sistema.
A mi modo de entender, el movimiento 15-M ha adolecido desde su inicio de un problema: la obsesión por intentar hacerse ver como un movimiento apolítico cuando luego se ha demostrado que no lo es. Eso ha llevado al final a ser fagocitado por los sectores más radicales de la izquierda, cuando no anarquistas, con la consiguiente mezcla de reivindicaciones totalmente alejadas de su espíritu inicial. No hace falta sino ver cualquier conexión televisiva con los autodenominados “indignados”, para comprobar la profusión de pancartas exigiendo desde un estado laico, papeles para todos, el fin de las fronteras o la socorrida crítica a la visita del Papa, que algunos se olvidan, o desconocen, que además de su faceta religiosa es Jefe de Estado. Atrás han quedado las justas reivindicaciones por un cambio en el modelo político y de democracia, la lucha contra la especulación y contra toda forma de corrupción, provenga del partido que sea, o la reclamación por un nuevo modelo productivo más justo y sostenible. Todo esto ha dado paso a las más peregrinas exigencias de tipo político, sospechosamente inclinadas siempre hacia el mismo lado del espectro político. No es por tanto de extrañar el descontento y la desilusión, unido a una pizca de sensación de engaño y manipulación junto a una gran dosis de desconfianza, que dicho movimiento y los que ahora lo dirigen ha provocado en un amplio sector de la ciudadanía que antes se veía representada.
ResponderEliminar-----------
HORUS, EL OJO QUE TODO LO VE