No se conocía en España hasta ahora un modelo funerario como el descubierto en una cueva de las afueras de Barcelona: cuerpos inhumados hace 6.400 años siguiendo un rito inédito hasta ahora en estos pagos. Un sorprendente conjunto de inhumaciones lo ha puesto al descubierto en Begues, un pequeño pueblo de montaña situado en la segunda corona metropolitana de Barcelona.
Los restos inhumados de cuatro individuos (un adulto de unos 50 años y 1,55 metros que sufría, al parecer, una severa artrosis vertebral y un tumor óseo; dos adolescentes, y un niño) del Neolítico medio inicial fueron dispuestos en posición fetal, alineados en círculo a un metro de distancia entre sí, reposados en el lado derecho de su cuerpo, encarados a la entrada de la gruta, siguiendo el contorno de la pared norte de la propia cueva. Junto al adulto, se han hallado trozos de animales domésticos muertos y un ajuar fúnebre compuesto por un vaso con dos asas (probablemente, para beber cerveza) y un colgante de hueso bajo su brazo izquierdo con una perforación para sostenerlo.
Práctica de dos siglos
Calculan los expertos que esta práctica funeraria duró en torno a dos siglos. El sistema aprovechaba un hueco en la superficie de una caverna dedicada en exclusiva al uso fúnebre, pues los residentes "pasaban la mayoría del tiempo en la terraza y el porche de la cueva, que era oscura y tenebrosa", según los investigadores. Antes de ser inhumados, siempre bien aseados, los cadáveres eran atados con cuerdas en brazos y piernas para, a continuación, ser envueltos con una mortaja.
La manera de inhumar los cuerpos (nunca dejada al azar) era siempre idéntica. Los sujetos eran sepultados en posición fetal, como se estilaba en el Neolítico. "Para ellos, la posición en que naces era también con la que te ibas de la Tierra", explican los investigadores.
Restos de animales domésticos
El resto de media cabra de unos tres años de edad, hallado sobre el pecho de uno de los cuatro esqueletos humanos, "no era en ningún caso comida", señalan con cierto misterio los arqueólogos responsables de la excavación. "Cabe pensar que esas piezas animales, no sólo de cabras sino también de terneros, eran más objetos que otra cosa", explica el arqueólogo Manel Edo, quien está convencido de que los hacedores y beneficiarios de esta manera de sepultar fueron, además, "los primeros en ir a excavar" en la mina de Can Tintoré, en Gavà, en busca de la preciada piedra variscita.
Hoy, transcurridos casi seis milenios y medio desde el conjunto de inhumaciones de Can Sadurní, los restos humanos siguen en la cueva, al alcance del agua de lluvia.
Un accidente hizo posible la conservación de los restos de unos individuos de épocas diferentes que iban siendo colocados, en una suerte de servicio funerario del Neolítico, a medida que avanzaba el intento de necrópolis.
Bendito accidente. Un desprendimiento de piedras desde el exterior de la cueva colapsó la entrada. En consecuencia, se produjo una caída de bloques que provocó que los restos de los sujetos quedasen cubiertos, protegidos.
Modelo funerario diferente
Una mesa y cuatro sillas de camping dispuestas en el interior de la cueva, de tres metros de profundidad y anclada desde hace varios millones de años en una montaña de Begues, configuran una imagen singular para una rueda de prensa, pero la ocasión lo merece: un año después del hallazgo de la figura de cerámica más antigua de la Península Ibérica en la cavidad de Can Sadurní, dos años más tarde del descubrimiento de la cerveza más pretérita de Europa,los arqueólogos han descubierto ahora cuerpos inhumados según un rito funerario de hace 6.400 años que era desconocido hasta la fecha en la península ibérica.
El descubrimiento confirma, según Edo, la existencia de un modelo funerario diferente al de otros lugares "a causa de que aprovecharon las circunstancias de la cueva". Al mismo tiempo, los investigadores han encontrado restos de una hoguera que podría estar relacionada con los rituales de inhumación de los cadáveres en el Neolítico.
Cuevas vivas
Apostados en un andamio situado dos metros por encima de los restos inhumados hallados, los periodistas comprueban que las cuevas están más vivas de lo que parece. "Los muertos siguen aquí, en la cueva", señala Edo, el hombre al frente de un equipo que ha empleado 35 años en el yacimiento de la cueva Can Sadurní. Los muertos ya estaban ahí hace un año, a apenas cinco metros de distancia de la célebre figurita de cerámica, conocida como 'El Encantat de Begues'. Pero nadie lo sabía entonces. La falta de subvenciones por parte de la Generalitat casi deja en el aire el nuevo hallazgo en este lugar de sepultura colectiva neolítica.
De los habitantes del Neolítico en la cueva de Can Sadurní, situada a unos 20 kilómetros de Barcelona, se conocía su afición por los vasos de cerámica y la elaboración de cerveza. El hallazgo ha permitido saber ahora que también eran amigos de los colgantes decorativos, así como de herramientas como hachas y de armas como flechas.
Conjunto de inhumaciones
Edo es el máximo responsable delColectivo para la Investigación de la Prehistoria y la Arqueología del Garraf-Ordal (CIPAG), artífice de un hallazgo en que ha también ha cooperado el Seminari d'Estudis i Recerques Prehistòriques (SERP) de la Universitat de Barcelona. El arqueólogo pide puntualizar un extremo: "Los esqueletos no fueron enterrados, sino depositados tras haber sido inhumados. Así que no sería correcto decir que estamos ante unas tumbas colectivas, sino ante un conjunto de inhumaciones".
Las cuevas fueron utilizadas como lugar de entierro colectivo hasta que, hace 4.000 años, los cuerpos empezaron a sepultarse bajo tierra y de forma individual. El arqueólogo zanja su explicación con una broma: "Ojalá pudiera saber la causa de las muertes de los cuatro individuos, pero no se les hizo la autopsia".